Así que fui a leer libros ingleses, e hice lo posible para evitar el destino de lentes y granos que Helen auguraba. Probablemente me veía tan nueva, ingenua y fascinada como cualquier otro estudiante... Pero no lo era. Uno de los chicos con los que salí, y realmente eran chicos, me invitó una vez a ir con él a París. Y yo le dije que me encantaría. Me moría por ver París. ¡Cómo si nunca hubiera estado!
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